Y cansada de despertar obligada por el sonido del despertador, decidió huir de las horas y andar despacio en varias direcciones, como aquel que anduvo perdido hasta que sin saber cómo, encontró la meta. Pisó todo tipo de aceras y escuchó, desde la lejanía, conversaciones de los transeúntes hasta que se detuvo a dormir en un portal, cuya puerta estaba mal cerrada. Sólo un día había pasado y ya no era la misma de ayer. Su ropa no estaba perfectamente en su sitio, y su pelo se había olvidado de su antiguo peinado. (...)
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